En los perros suele ser difícil suministrarles las gotas para los oídos porque, en el momento en que cae una gota, ellos ya se revuelven para escaparse, más aún si les duele.
Sin embargo, yo tengo una forma que, aunque seguramente es la que se usa siempre, por si acaso la necesitáis aquí está. Lo primero es tumbar al animal. Lo más seguro es que te ponga las patas encima e intente escapar cuando te vea con el bote de las gotas así que tienes que intentar que no se levante y agarrarle con fuerza, no la cabeza, sino el cuello, para inmovilizarlo.
De esta forma podrás tener una mano libre para echarle las gotas en los oídos.
Normalmente, a la segunda, tercera vez que vayas a echarle las gotas tu perro se quedará quieto. El motivo es que ha sentido alivio en los días anteriores y ya no lo ve como una amenaza sino como un alivio de su dolor.
